Pentecostés
Padre celestial,
Tu Hijo ascendió triunfalmente
para sentarse a tu derecha.
Tú enviaste tu Espíritu
para cuidar de nosotros, guiarnos
y enseñarnos a ser mejores
corresponsables
de tus abundantes dones.
Que este Espíritu de sabiduría
nos haga mejores corresponsables de
nuestro planeta.
Que tu Espíritu aumente nuestra
conciencia
de la dignidad de toda vida humana,
y nos muestre el camino para
ser mejores
corresponsables de nuestro prójimo.
Y que a través de tu Espíritu,
seamos inspirados cada día
a vivir de acuerdo con el Evangelio,
y a dar testimonio de nuestro
Señor resucitado.
Nosotros te lo pedimos a través
de Jesucristo, Tu Hijo,
quien vive y reina contigo y con
el Espíritu Santo,
un solo Dios por los siglos
de los siglos.
Amén
Hch 2, 1-11
En esos días había en Jerusalén judíos devotos, venidos de todas partes del mundo. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma.
Atónitos y llenos de admiración, preguntaban: “¿No son galileos, todos estos que están hablando? ¿Cómo, pues, los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay medos, partos y elamitas; otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene. Algunos somos visitantes, venidos de Roma, judíos y prosélitos; también hay cretenses y árabes. Y sin embargo, cada quien los oye hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua”.